De nuevo sin cuidadora para mi mamá. La que tenía duró un poquito más de un
mes. Desde un comienzo pude darme cuenta
que no tenía interés, pero lo difícil de la situación me obligó a dejarla a
pesar ello. Un mes en el que faltó la
mitad del tiempo.
Ser cuidadora familiar en Venezuela es una misión titánica.
Sumado a la enfermedad, la situación país agrava todo
a la enésima potencia, por la hiperinflación, la escasez de medicamentos, alimentos,
agua (imagínense atender a una persona con incontinencia cuando no hay agua), pañales,
centros de cama, toallas para la incontinencia, falta de transporte, escasez de
gasolina y pare usted de contar.
Siempre rogando a Dios que no se enferme, porque buscar medicamentos, llevarla al médico o a una clínica es una verdadera tragedia, no sólo económica, sino emocional, mental y física para ambas partes, ya que las clínicas también sufren por la situación.
Y a todo esto se suma el deterioro de los valores y
sus implicaciones, tanto en la dificultad para conseguir una persona de
confianza, que no “desaparezca” las cosas y quiera de corazón y con compromiso desempeñarse
como cuidadora, como en el abandono de muchos familiares (y no es necesariamente
que se hayan ido del país) que dejan a su suerte a sus adultos mayores.
No hay manera que alguien que no esté viviendo esta experiencia,
pueda siquiera imaginarse la magnitud de la dificultad que esta situación
produce mí como cuidadora familiar.
El
agotamiento está a la orden del día, el cambio de planes diariamente, la disminución
de las horas en las que puedo trabajar, ya sea porque me toca atender a mi mamá
más de lo previsto o porque ando buscando remedios, comida, centros de cama,
toallas para incontinencia, agua (para cuando no hay agua en el
ancianato).
Ir a terapia es un “must”, ya que de lo contrario no
sobreviviría a este ritmo de exigencia.
El dolor en mi hombro derecho se mantiene. Tal como me dijo la traumatóloga hace unos
meses: Con fisioterapia vas a mejorar, pero mientras se mantenga la situación
de cuido, no va a desaparecer. Así que
he asumido ese dolor, que mejora por momentos y otros se vuelve insoportable,
como parte de mi realidad actual.
En estos días, buscando qué hacer para divertirme con
mi mamá, se me ocurrió que podíamos jugar “Stop”, con una variante: en lugar de
cada una buscar el Nombre, Apellido, Color, Animal y Ciudad y competir a ver
quién termina primero, lo jugamos de manera colectiva y entre todos vamos dando
sugerencias para cada renglón hasta que lo completamos. La intención es que mi mamá ejercite su
memoria y yo, de paso aprendo a bajarle dos a la competencia.
Hoy, de nuevo, me toca suspender mis programas de
radio para cuidar a mi mamá, ya que la cuidadora a las 10 de la noche de ayer
me informó que no asistirá.
Me preparo
para salir y afrontar un día más de cuido en esta Venezuela que nos exige cada
día, hasta lo que no podemos dar, con la confianza de que en el camino juntamos fuerzas con otros que están dispuestos, y entre todos superaremos la situación y construiremos una Venezuela sana, prospera, libre democrática, con valores, en la que los adultos mayores y sus familiares sean atendidos y puedan vivir de manera digna.