Desde el pensamiento lo sé. Llegará el día en que mi mamá no sepa quién soy.
Reconocerá la emoción y sentirá el amor, mas no sabrá mi nombre y no sabrá que soy su hija.
El miedo que siento al pensarlo es tal, que pronto cambio la imagen y pienso en otra cosa.
Ayer, despertándose de un camaroncito (una siesta corta), abrió los ojos y con una de las más bellas expresiones amorosas, me dijo: ¡Viniste a conocernos! e inmediatamente me preguntó: ¿Cuál es tu nombre? ...
De sus ojos sólo brotaba alegría y un amor inmenso.
Y ese amor fue lo que me dio el valor de continuar su conversación y decirle: Yo me llamo Leonor. ¿Cómo te llamas tú? Me dijo: Ilse. Le pregunté: ¿Te gusta tu nombre? Mucho. ¿Te gusta el mío? Me encanta...
El amor me ayuda superarlo todo, hasta el mayor de mis miedos: el olvido.